lunes, 23 de enero de 2012

IPORÚ (leyenda chiriguana)


EL IPORÚ (es chiriguano y significa Diluvio)

Todas las razas indígenas guardan la tradición del Diluvio, que por otra parte, es universal. Entre los guaraníes era Tamanduaré, el Sumo Sacerdote de Tupán, quien tuvo noticias anticipadas del Diluvio y se puso en resguardo sobre una elevadísima palmera con algunas familias, que después formaron las colonias guaraníes. Entre los araucanos fue el Futaleufú; y con leves variantes la tradición se repite en todas las razas.

Antojósele un día al Aguará Tunpa (Dios Zorro o Zorro poderoso) destruir la obra del Dios verdadero, haciendo morir bajos las aguas a todos los seres humanos. Complicóse para ello con el Iguazú (Agua Grande), que tiene encerrado en sus entrañas a Taubí (Genio del Mal). Consecuentes con ese propósito abrieron las orillas de ,todos los mares y ríos, y pronto las aguas inundaron la tierra. Estas, totalmente libres, querían llegar al cielo en su loco desenfreno. Bajo aquel mar inmenso, que llegó a una altura fantástica, pereció la raza humana. Pero antes que se concretara la total destrucción del chiriguano, en el que se circunscribía la humanidad, una mujer tomó a sus dos niños (varón y mujer) y los introdujo en un choguá (mate grande) y lo dejó a merced de las aguas.

Después de mucho tiempo las aguas bajaron, y la casualidad quiso que la pareja descendiera en el Paraguay, donde se afincaron y volvieron a multiplicarse. Los dos niños no murieron de frío como podría suponerse, porque cururú o guaicurú (sapo) sintiendo compasión por ellos, les trajo fuego en el paladar...

Desde entonces los chiriguanos nunca persiguen a los sapos y no permiten que nadie lo haga, en razón a la leyenda, que le atribuye un papel tan preponderante en la supervivencia de su raza.

EL PAYÉ (calchaqui)


EL PAYÉ

El Payé es un amuleto que puede ser hecho de las cosas más variadas; muchas veces debe serlo en determinados días, horas y circunstancias.

El Payé es casi siempre personal, fabricado "ad-Hoc" y especialmente dedicado a una determinada misión; no he conocido payés de uso general como nuestras mascotas, por ejemplo; en la región visitada por mí todos los datos recogidos están de acuerdo con esto.
Este amuleto hay que cuidarlo y cuando en su composición entra la piedra imán, es necesario darle de comer de tiempo en tiempo, es decir, agregarle pedacitos de agujas, que es creencia que son devorados paulatinamente por la piedra.

En otros intervienen el agua bendita y se supone por este solo hecho que el Payé está bautizado, lo que hace que el que lo posea se abstenga de relaciones sexuales, llevándolo consigo; este el el caso de la moneda de plata (Payé de la amistad) colocada en la pila de agua bendita a la entrada de la iglesia, con la intención de que todo el que entra y moje se mano en la misma agua quede de amigo.

Igual precaución hay que tener con el Payé fabricado con hueso de muerto, preferentemente de criaturas infieles, es decir, sin bautizar, pulverizado, mezclado con cera y colocado furtivamente debajo del mantel del altar para que quede consagrado durante una misa.

Lo mismo pasa con los Payés fabricados con el paño blanco y angosto que colocan en las cruces de los cementerios o caminos señalando el lugar de una muerte repentina, asesinato, etc, llamado Curuzú Yegüá, que es muy recomendado contra las heridas de bala.

Muy castos son también los Payés que representan un santo; éstos se ponen bravos porque son muy delicados, y es necesario hacerlos dormir afuera, sobre todo los trabajados en viernes santo, antes de salir el sol, porque los tienen por bendecidos; éstos son hechos con la madera de la raíz de laurel. San Felipe y Santiago, excelente para poder domar caballos; San Marcos, para tener coraje, por representarlo allí con un toro; San Antonio, cuyas virtudes de taumaturgo en general son harto conocidas y su tratamiento nunca es de lo mejor porque es santo de rigor: se le emplea colgándose del pescuezo para que señale la dirección donde se hallan las cosas perdidas, o presta otros servicios más o menos reñidos con su carácter.

Pero los dos santos más curiosos aunque fabricados con diversas materias y de creación netamente popular son: San Son, hecho con la punta de un cuerno de toro, como animal de fuerza, para conseguirla, pues creen que Sansón, el héroe hebraico, es un santo, descomponiendo la palabra.
El otro es un santo más serio: San La Muerte, que suele hacerse con plomo, flaco y cabezón, con apariencia de esqueleto, fabricado también en viernes santo, excelente contra la baja y el cuchillo, es también muy delicado: hay que hacerlo dormir afuera y no pelear con él sino en los casos graves, pues la muerte del contrario es infalible.

Uno de los más fastidiosos o traicioneros, es San Antonio, usado para no cansarse y ser guapo en el trabajo, fabricado en este caso en viernes santo, de un guacho o retoño cerca de la raíz de un árbol de yerba mate, hay que velarlo el día de su santo y no dejarlo solo, porque sino incendia la casa donde se queda.

CAA YARÍ (calchaquí)


EL CAÁ YARÍ

Esta interesante leyenda, india en su origen, y modificada después, en la época de la dominación jesuítica, es exclusiva de los Yerbales Paraguayos y sus protagonistas son los mineros (1) .
Dios acompañado por San Juan y San Pedro bajó a la tierra y se puso a viajar. Un día, después de una jornada penosa, llegaron a casa de un viejito, padre de una hija joven y bella, a quien quería tanto que para que se conservara siempre inocente fue a vivir con ella y su mujer en medio del bosque espeso, en donde aún no había penetrado hombre alguno.

El viejito era sumamente pobre, pero, a pesar de eso, tratándose de forasteros, los hospedó lo mejor que pudo, y mató en su obsequio la única gallina que tenía y se la sirvió en la cena.

Al ver esta acción, y cuando quedaron solos, Dios preguntó a San Pedro y San Juan qué harían ellos en su lugar, a lo que contestaron ambos que premiarían largamente al viejito.

Dios, entonces, lo hizo llamar, y le dijo estas palabras, "Tu que eres pobre has sido generoso, yo te premiaré por esto. Tú posees una hija que es pura e inocente y a quien quieres mucho; yo la haré inmortal, para que jamás desaparezca de la tierra".

Y Dios la transformó en la planta de la yerba mate, y desde entonces la yerba existe, y aunque se corte vuelve a brotar.

Pero los mineros dicen que en vez de transformarla en yerba, la hizo dueña de la yerba, y que existe aún en los yerbales, ayudando a los que hacen pacto con ella.

El minero que quiere hacer pacto con la Caá Yarí, espera la semana Santa, y si está cerca de un pueblo entra a la iglesia, y promete formalmente que vivirá siempre en los montes, se amigará con ella, jurando al mismo tiempo no tener trato alguno con otra mujer.

Hecho este voto, se encamina al monte, depositando en una mata de yerba un papel con su nombre y la hora en que volverá para encontrarse con ella.

El día de la cita, el minero debe tener gran presencia de ánimo, pues la Caá Yarí, para probar su valor, antes de presentarse, lanza sobre él víboras, sapos, fieras y otros animales propios del monte, sin otro objeto que el de probarlo.

En recompensa de su serenidad, se aparece la Caá Yarí, joven, hermosa y rubia. Entonces el minero renueva sus juramentos de fidelidad y desde aquel día, cuando va a cortar yerba, cae en dulce sueño, durante el cual la Caá Yarí le prepara el rairo (2) con diez y ocho a veinte arrobas de peso, acompañándole al despertar y ayudándole a sostenerlo por detrás, hasta llegar a la balanza. Como la Caá Yarí es invisible para todos, menos para él, se sube sobre el rairo, aumentando así su peso al entregarlo. De esta manera la ganancia del minero es mayor, pues trabaja a tanto la arroba.

Pero ¡pobre del minero que le sea infiel con otra mujer!. La Caá Yarí despechada, no perdona, mata.

Y cuando algún minero guapo muere en los yerbales de cualquier enfermedad, si él ha sido de carácter taciturno, los compañeros se susurran al oído: traicionó a la Caá Yarí.
La Caá Yarí se ha vengado.

Este leyenda mezcla de profano y de sagrado, salta a la vista que, en su origen, no debió ser así, pues la primera parte ha de haber sido agregada posteriormente.

El bosque se presta para las leyendas, y raros son los países en que él abunde y no posean algunas, y hasta una misma se modifique muchas veces de provincia en provincia.

(1) minero es el termino yerbatero, empleado en el Paraguay, que sirve para indicar a los peones que van directamente al monte a descargar las plantas de yerba mate, y a esta operación se la llama: trabajo de mina.

(2) Rairo es otro término yerbatero, que sirve para indicar el paquete de hojas de yerba colocadas en una especie de red de cuero, de forma cuadrada, y que el minero lleva a la espalda, sujetándola con dos asas debajo de los brazos. Generalmente pesa de ocho a diez arrobas, o se 80 a 100 Kilos.

EL CAA-PORÁ (Leyenda Calchaquí)

EL CAÁ PORÁ (fantasmón del monte)

En la provincia de Río Grande del Sur, la Caá Porá es también una mujer , la dueña de todos los animales del monte, una especie de Diana que, cuando el cazador le cae en gracia, le facilita los medios de encontrar la presa, y cuando no, detiene los perros que garrotea invisiblemente, haciéndolos revolcar de dolor (1) y dando tiempo así a que la caza se ponga a salvo.

En la provincia del Paraná, la Caá Porá es un hombre velludo, gigantesco, de gran cabeza que vive en los montes, comiendo crudos los animales que el hombre mata y luego no encuentra.

La imaginación exaltada de los montaraces ha de dar formas humanas a troncos de árboles retorcidos, secos, cargados de musgo y parásitos, que colocados en ciertas condiciones de luz, favorecen a la fantasía, como sucede en muchas leyendas europeas y asiáticas, en particular del Japón, donde también se transforman los árboles en seres fantásticos.

En Goyaz, los indios también tienen su leyenda sobre la Caá Porá. Cuando encuentran una piara de cerdos silvestres y los exterminan, se les aparece, montado en el último cerdo, el Caá Porá de la figura del anterior, a cuya vista los matadores quedan idiotizados para toda la vida, de modo que se guardan muy bien de acabar las piaras, y siempre dejan algunos vivos. Esta última leyenda es muy sabia, porque trata de un animal que les proporciona abundante alimento.

Para otros el Caá Porá es también un hombre velludo que fuma en una pipa formada por un cráneo humano y una tibia, y devora a la gente chupándola, menos los intestinos, que deja desparramados.

En otras personas, el Caá Porá se transforma en simple Porá, o fantasma que se aparece en el monte ya sea en forma de cerdo o perro, y lanzando llamas por la boca, asustando así a los animales.

(1) los perros, al correr dentro del monte, persiguiendo la caza, suelen a veces pisar un isipó rastrero espinoso, medio oculto entre las otras hierbas, que causa unas heridas muy dolorosas que les hacen lanzar agudos gritos. Tal vez sea ésta la explicación de la garroteadura invisible.